domingo, 29 de agosto de 2010

Un guioncito: Eco...

El escenario es una isla paradisíaca, aguas claras, turquesas, con un sol radiante y un horizonte perfectamente delineado, el mar choca fuertemente contra las rocas y sólo se escucha alguna gaviota perdida de vez en cuando. En la orilla hay una pareja joven discutiendo a voces.

Mariano: ¡Ya está bien!, ¡me tienes harto!, ¡no podemos estar ni cinco minutos sin discutir!
Amalia: Jajaja, pues que sepas, cari, que ¡dos no discuten si uno no quiere! Y tú… ¿Qué? ¡No paras de decirme lo que tengo que hacer y cómo me tengo que comportar!, ¿crees que me hace gracia que intentes reeducarme?
Mariano: eso es un golpe bajo Amalia, siempre que te digo algo lo hago por tu bien, para que aprendas los modales que sé que te faltan (riendo).
Amalia: ¿ves? No vas a cambiar jamás, ¿verdad? (echándose a llorar). Esto no era lo que tenía pensado para nosotros, así no avanzamos, y encima estamos en esta… en este…aquí, ¡solos!, ¡ni un alma!, ¡ni una persona! Nadie sabe donde estamos, ¿Qué va a pasar? (observando a Mariano con asombro) ¿¡Qué haces?!
Mariano: (asustado, mirando a su alrededor y andando con sigilo) ¡shhhhh! (susurrando) ¡Cállate!
Amalia: pero, ¿qué pasa?, ¿has visto algo?, ¿un animal?
Mariano: (lívido) he…he oi…he oído un niño reir…
Amalia: pero, ¡¿Qué dices?! Llevamos en esta playa tres días la hemos recorrido entera y aquí no hay nadie, creo que el bote salvavidas nos ha traído aquí sólo a nosotros, y te recuerdo que en el crucero ¡no había niños!
Mariano: ¡escucha! (poniéndose la mano en el oído y sonriendo) ¿lo oyes?, ¡hay gente Ami!, ¡estamos salvados! ¡Corre vamos!
Amalia: yo no he oído nada, sólo el mar, que por cierto me encanta, ¡pero ya no soporto esa cadencia!
Mariano: (cogiendo del brazo a Amalia y corriendo hacia el interior de la isla) Si hay niños, estarán con sus padres, se va a arreglar todo Ami, te prometo portarme mejor si salimos de esta, ¡te lo juro!
Ahora están en el interior de la isla, la vegetación es densa y la fauna hace acto de presencia.
Amalia: (al cabo de un rato andando, cansada) esto nos pasa por haberle hecho caso a tu hermano, ¡si llevabais un año sin hablaros!, ¿para qué te llamaría?
Mariano: pues supongo que querría recuperar a su hermanito pequeño, o… ¡yo que sé!(parando en seco) ¡eh los niños! Ahora se les oye más cerca, ¡ya estamos llegando!
Amalia: cariño de veras, no me asustes, ¡yo no oigo nada!
Mariano: pero ¿Cómo que no? Si es una risa fortísima y ahora que lo oigo más nítidamente, hay más de uno y no solo se ríen, sino que también hablan (ahora es cuando se empiezan a escuchar levemente los susurros de otras personas).
Amalia: Si tú estás seguro, vamos a ver de dónde proceden esas voces…(resignada le coge la mano y corren más aun hacia el foco de los sonidos)
Mariano: ¡Amalia mira, pero si es una nena! (agachándose a acariciar una niña) ¡hola!, ¿hablas mi idioma?
Niña: hola, ¿tú eres él?
Mariano: ¿Cómo? ¿Quién?
Amalia: (sollozando) Ma…Mar…Mariano, ¡ahí no hay nadie!, ¿a qué estás jugando?, ¿¡crees que me hace gracia!?
Mariano: (perplejo por la pregunta de la niña y los sollozos de Amalia) ¡ pero bueno!, ¿acaso me has tomado por un loco que oye, ve y habla con fantasmas?
Amalia: (continúa llorando) si alguna vez he sido algo en tu vida créeme, ahí no había nadie, le estabas hablando a la hierba.
Mariano: (tajante) no. Era una nena pequeña que me ha preguntado si yo era él.
Niña: (apareciendo de entre los arbustos y dirigiéndose a Mariano) ven, sígueme.
Amalia: Si eras él... ¡claro, lo normal! (en tono irónico, después se ve interrumpida porque Mariano comienza a andar y le sigue en silencio).
Tras atravesar la espesura del bosque llegan a una explanada muy grande donde (la niña vuelve a desaparecer) Mariano y Amalia quedan en su centro.
Mariano: ¿Dónde está la niña? (dando vueltas para localizarla con la vista).
Amalia: ¡que ya te he dicho que no había ninguna niña!
Mariano: (estupefacto por la visión que se le presenta, miles de personas saliendo de entre los árboles, y entre ellos Hugo…) ¡¡¿¿Hugo??!! ¿Qué haces aquí?
Amalia: (mirando a Mariano) ¿¡Hugo!?, ¿ahora estás viendo a tu hermano?
Hugo: Mariano, lo siento…
Mariano: ¿Qué ha pasado este tiempo?, ¿por qué no me hacías caso? ¡¿Por qué?!
Amalia: ¡Mariano!, ¡Mariano!, ¡Mariano!
Mariano: (despertándose) ¡¡qué!!
Amalia: ¡buenos días cariño! ¿Qué tal has dormido?, ¿qué pasa?
Mariano:(sorprendido) ¿dormido? ¿Cuánto llevo dormido?
Amalia: pues lo mismo que yo, unas siete horas, ¿a qué viene esto?, ¿has tenido alguna pesadilla?
Mariano:(entre bostezos) pues…no te lo vas a creer, pero ¡he soñado con Hugo!
Amalia:(riendo) ¡qué me dices! Si lleva un año “desaparecido en combate”.
Mariano: Era tan real Ami, era todo tan real… (le cuenta el sueño).
Amalia:(burlándose) ya sé porqué no veía yo a esa gente ni a tu hermano, y es que resulta que estábamos en planos sensoriales diferentes y mientras mi alma estaba por la labor de salir de la playa aquella, la tuya estaba por la de reencontrarte con tu hermano, ¡qué tierno!
Mariano: ¡no te burles, anda! Sabes perfectamente que creo en el alma, y que durante el sueño sale del cuerpo y viaja allí donde el cuerpo no puede llegar.
Amalia: Sí, sí, lo que tú digas, pero vas a llegar tarde a trabajar (se levanta a coger el teléfono que suena).
Amalia:( al teléfono) ¿sí? (deja caer el teléfono al sofá, Mariano se acerca y Amalia le señala el aparato).
Mariano: (respondiendo a la llamada) ¡quién es! (estupefacto por la voz del otro lado del hilo telefónico)…Hugo….
FIN...O NO

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